CAPÍTULO 8 – JE T’AIME, PARÍS

(…)
–¿Qué es tan divertido?– preguntó sonriendo mcouple-kiss-wall-Favim.com-191053anteniendo todavía su cuerpo junto
al mío.

–Pues que nos hemos movido hasta quedar arrinconados en una pared y ni cuenta nos hemos dado.

–Oooh…¿De verdad hemos hecho eso?– cuestionó travieso. Si no fuera por los lentes juraría que a través de sus ojos podría descubrir la falsa inocencia de sus palabras.

–¡No te hagas Elliot!– respondo dándole una leve palmada en su pecho –sabes muy bien lo que hiciste.

–Yo no hice nada París, tú haces que haga ese tipo de locuras y que no me importe lo que esté alrededor.

–¡Ja! ¿Así que es culpa mía?– dije apoyando mis manos a la altura de mis caderas mientras las de él seguían en mi cintura.

–Es culpa tuya porque tus besos son demasiado tentadores. Sólo me dejé llevar. Además no olvides que soy un francés. Sé que no puedo ver y eso hace que todo sea diferente, pero todavía mantengo algo mi lado seductor– comentó con un leve tono de nostalgia y el intento de una sonrisa en sus labios.

La alegría desapareció de mi rostro cuando escuché sus palabras. No me gustaba que se hiciera de menos por ser ciego. Lo detestaba. Eso no lo hacia menos persona, al contrario, lo convertía en alguien especial, increíble y con un alma hermosa.

–Sí, tienes razón, el hecho que no puedas ver hace que todo sea diferente, ¿sabes por qué?– respondí en tono serio, logrando que el tomara la misma actitud. –Porque no necesitas ver para conquistarme como lo estas haciendo Elliot. No necesitas ver para saber donde están mis labios o mi rostro, y para que sepas, tu sola presencia me seduce, tu aliento me hace respirar, tu piel me hace sentir, tus labios me hacen vivir. ¿No te das cuenta de eso? ¿Crees que para mi tu ceguera es algún impedimento?

Elliot bajó la cabeza como una rendición ante mis palabras, pero al poco tiempo volví a llamar su atención.

–Mírame– dije de repente, haciendo que él levantara la cabeza de inmediato.

–No puedo…–responde de inmediato agitando rápido su cabeza de un lado a otro, como un mecanismo de defensa de negación.

–¡Sí! ¡Si puedes!

Sujeté su cara con mis manos y lo observé a detalle. Pude ver su angustia y la forma rápida en que había desaparecido toda la emoción que habíamos sentido unos minutos atrás, pero necesitaba que él se sintiera seguro de mi.

–Tú logras verme mejor que todos los que están acá presentes Elliot y te lo diré cuantas veces sea necesario– dije en voz baja pero con convicción.

Mis manos se dirigieron a sus lentes oscuros y lentamente los fui retirando.

En seguida sentí que su cuerpo se puso tenso, rígido como una piedra, incluso dejó de respirar.
(…)

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